Tiempo con Dios
Antes de hablar a los hombres, en primer lugar debéis hablar bastante tiempo con Dios, por medio de la oración y meditación de su Palabra.
Ser
Principalmente el poder del orador está en ser aquello que habla o predica. Sus oyentes deben percibir que cree en aquello que está hablando.
Lectura – Buenos libros
La oratoria exige el progreso personal. La lectura ofrece al predicador la preciosa oportunidad de perfeccionarse.
En la Biblia, en los libros del espíritu de profecía y en las lecciones antiguas de la Escuela Sabática, el predicador encontrará abundante material para investigar y elaborar los sermones.
Libros de sermones
Actualmente existe una facilidad, porque tenemos libros con sermones para Semana Santa, Semana de Cosecha, series de evangelismo y otros preparados por la iglesia. En este caso es solamente estudiar los sermones, porque todo está pronto para ser usado. Antes y con tiempo el orador debe leerlos, tratar de entenderlo y memorizar lo máximo posible, hacer un resumen y después presentarlo en sus propias palabras.
Cómo adquirir experiencia en el arte de hablar en público
Predicar con soltura sólo viene con el tiempo y esto es muy natural.
Cuanto más predicamos, cada vez mejor lo haremos.
Apariencia personal
“Nuestras palabras, acciones, comportamiento e indumentaria, todo en nosotros, debiera predicar. No sólo con nuestras palabras debiéramos hablar a la gente, sino que todo lo que pertenece a nuestra persona debiera ser un sermón para ella”. El evangelismo, 486.
La apariencia de quien habla debe ser agradable, pues para su persona convergen todas las miradas, es blanco de todos los análisis y exámenes.
Nunca presentarse con ropas desarregladas, corbata fuera de lugar, barba crecida, zapatos sucios, cabellos cayendo por la frente.
Preparado
Suba al púlpito bien preparado, pero dependiente de Espíritu Santo. Salmo 119:103.
Sonreír
El orador que inicia saludando al auditorio y sonriendo, ya está con media victoria ganada.
La sonrisa es siempre contagiosa.
El uso de la voz
“Algunos destruyen la solemne impresión que podrían haber hecho sobre la gente al levantar la voz hasta un tono muy alto y al presentar la verdad con gritos y chillidos... Tan sólo provoca una sensación desagradable en los oyentes y agota los órganos vocales del orador” El evangelismo, 438.
Hablar con naturalidad
Una pronunciación correcta da evidencia de buena educación, suscita la simpatía de los oyentes y valoriza la voz humana.
“Los predicadores y maestros deben disciplinarse en cuanto a articular clara y distintamente, dando su pleno sonido a cada palabra” OE, 94
Claridad
Debéis exponer vuestro tema con claridad, articulando las palabras correctamente.
Gestos
Los gestos deben ser espontáneos, naturales. No deben ser “fabricados”.
Deben ser moderados, sobrios, naturales, oportunos y elegantes, haciendo parte de un estado de expresión que parte del interior del alma.
“El Señor os dio vuestra obra, no para ser hecha de una manera precipitada, sino en una forma tranquila y mesurada. El Señor nunca exige movimientos precipitados y complicados” El evangelismo, 111.
Cómo predicar
Qué hacer:
- Comience con calma.
- Hable con claridad.
- Emplee frases cortas y bien claras.
- Evite la monotonía.
- Camine en la plataforma con la debida dignidad.
- Fije su mirada en los oyentes.
- Cuando mencione un texto bíblico, primero cite el libro, después el capítulo y por último el versículo.
Lo que no debe hacer:
- No se enaltezca a sí mismo.
- No se aparte del tema.
- No canse a los oyentes con sermones largos.
- No colocar las manos en los bolsillos del pantalón o del saco.
- No entierre los ojos en el suelo, ni el techo, ni mucho menos en algún oyente en particular.
- No extender el dedo indicador en forma acusadora.
- Puños cerrados
- Golpes en el púlpito.
- Abotonar y desabotonar el saco.
- Quedar arreglando los lentes, fijándolos en los ojos.
- Pasar a cada momento las manos en el cabello, dejar caer sobre los ojos y colocarlos para atrás.
- Manera brusca de tomar o tirar la Biblia sobre el púlpito después de leer los pasajes.
- Quedar jugando nerviosamente con el cuello del saco o quedar asegurándolo.
- Mirar a cada instante el reloj.
Uso de ilustraciones
La ilustración torna el sermón agradable e interesante. Son como las ventanas de una casa, que la vuelve placentera y atrayente.
“Un cuadro vale diez mil palabras”, dice un proverbio chino.
Al pueblo siempre le gusta ilustraciones sacadas de las cosas que le son familiares.
Las ilustraciones explican y aclaran:
- Despiertan y aumentan el interés.
- Ayudan a recordar la parte práctica del sermón.
- Fortalecen la idea central del sermón.
- Conmueven los sentimientos.
Se debe evitar ilustraciones largas, sarcásticas, historias que ridiculizan o chistes.
Fuentes de ilustraciones:
- La propia Biblia.
- Observación diaria.
- La naturaleza
- Libros
- Experiencia personal
El propósito del sermón es hacer un llamado para que las personas vayan a Cristo.
- El propósito de nuestra predicación es conducir a las personas a decidirse por Cristo.
- En cada auditorio hay personas en el valle de la decisión.
- En cada sermón, un llamado debería hacerse a favor de la entrega personal a Cristo.
- Las personas necesitan decidirse mientras sienten convicción.
Todo predicador que desea alcanzar éxito en ganar almas no lo alcanzará a menos que cada vez que predique, al finalizar el asunto, haga un fervoroso llamado.
“Deben hacerse fervientes llamados, y elevarse ardientes oraciones. Nuestras oraciones tibias y sin vida deben ser cambiadas en oraciones de intenso fervor”. OE, 151.
Pasos para un llamado eficaz:
- Planear el llamado: Los himnos, las oraciones y el sermón deberían ser todos estudiados con esto en mente.
- No solicitar que la persona vaya al frente en todos los llamados, algunos pueden hacerse solicitando que queden en pié, que levanten la mano o simplemente que respondan a Dios íntimamente sin manifestar ningún gesto.
- Hacer llamados frecuentes.
Al terminar
- No diga repetidas veces: “Ya voy a terminar”, sino diga lo que tuviera que decir y el asunto estará concluido.
- Sea puntual, comience y termine en la hora cierta.
CONCLUSIÓN
Coloquémonos en las manos de Cristo y Él nos orientará a conducir el sermón desde la elección del asunto hasta su presentación, de tal manera que alcancemos grandes victorias en su nombre y para su gloria.
Pr. José Chávez Pacahuala