Hace algunos años, como consecuencia de haber estado intubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), por causa del flagelo de la pandemia del COVID-19, llegué a pesar 51 kilos. Mis músculos habían desaparecido casi por completo. Era incapaz de ponerme en pie por mí mismo. No era capaz de levantar mi celular con una sola mano. Aún recuerdo cuando me vestía, mis camisas y pantalones parecían pertenecer a otra persona. ¿Qué le pasó a mi cuerpo? —me preguntaba. Me explicaron que por haber estado inactivo varios días, y por no haberme alimentado adecuadamente, o de manera normal, el cuerpo había sufrido estos cambios. Me quedé pensando en lo terrible que es no comer adecuadamente, por lo menos no de manera natural. ¿Por qué es necesario la comida y qué ocurre en el cuerpo si no comemos por horas, días, semanas, meses y años?
La palabra comida en el Nuevo Testamento viene del griego βρῶμα (brōma) y significa “alimento, comida, pan, carne, frutos”, necesidades básicas del ser humano para poder vivir.
Juan registró las Palabras de Jesús: “Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:31-35). Pero, ¿qué fue lo que motivó a Jesús a comparar su misión con “la comida”?
LA IMPORTANCIA DE LA COMIDA
La glucosa es la principal fuente de energía del ser humano, y se obtiene a través de los hidratos de carbono o carbohidratos. Son como el “combustible” que nuestro organismo necesita para sobrevivir. Los carbohidratos se encuentran en los alimentos y bebidas.
¿Qué pasa si no como más de siete horas?
Según los especialistas, durante las seis primeras horas después de la última ingesta de alimentos, el cuerpo no experimentará algún cambio o problema significativo. Sin embargo, a medida que pase el tiempo, y las reservas de glucógeno se vayan agotando, el cuerpo necesitará más “alimentos o bebidas” (carbohidratos), lo que indicará en el cuerpo una sensación de hambre. A partir de la séptima hora, el cuerpo siente los cambios. Este efecto es notable en el ser humano a través del mal humor, distracción y reducción de las capacidades cognitivas.
¿Qué pasa si no como más de tres días?
Si por alguna razón, el cuerpo sigue sin alimentarse, en setenta y dos horas o tres días aproximadamente, el cuerpo habrá consumido todas sus reservas de hidratos de carbono (carbohidratos) o glucógeno, e iniciará así la autofagia, proceso por el cual “el cuerpo se consume” a sí mismo. El organismo comienza a alimentarse de los tejidos grasos, de las reservas o almacenes de grasa. A las pocas horas, el cuerpo comienza a experimentar la pérdida notable de peso. Sin embargo, pasados los dos o tres días, aproximadamente, y dependiendo del estado de salud de la persona, antes de su ingesta de alimentos, el cuerpo experimentará problemas considerables tales como el deterioro físico y mental, mareos, debilidad, pérdida de coordinación y frecuencia cardiaca baja. Este proceso se conoce como cetosis, donde el cuerpo usa las reservas de grasas y proteínas que ha tenido en reserva como su principal fuente de energía.
¿Qué pasa si no como más de una semana?
Pasados los siete días, el cuerpo continúa usando las proteínas para alimentarse, proceso en el cual genera daños a los órganos y a todo el sistema inmunitario. Con esta situación se incrementa la probabilidad de padecer cualquier enfermedad. En ciertos casos, se puede sobrevivir por más de tres semanas y hasta setenta días sin comer. Ello dependerá de la cantidad de grasa almacenada, así como del agua que se consuma. Entre los síntomas perceptibles está la sequedad de la piel, pelo quebradizo o incluso caída del cabello. No obstante, en cualquiera de los casos el organismo seguirá en el proceso de consumirse hasta que fallezca. Por eso, es indispensable mantener una adecuada alimentación en sus tiempos correctos.
¿Cuánto tiempo podemos vivir sin comer la comida de Jesús? Si el ser humano no puede estar sin comer por más de una o dos semanas, porque a partir de las siete horas sin alimento su cuerpo experimenta malestar, distracción y pérdida de sus capacidades cognitivas, ¿cómo es que algunos cristianos pueden estar días, semanas, meses y años sin comer la comida de Jesús? Es por eso que podemos ver a cristianos malhumorados, distraídos, sin entendimiento, sin la capacidad de ver la urgencia de las cosas espirituales. ¿Por qué? Porque están en el proceso de la autofagia espiritual, se alimentan a sí mismos, del yo, en vez de alimentarse de Cristo Jesús. Un cristianismo que se alimenta de sí mismo, o de cualquier cosa que no sea de la comida de Jesús es un cristiano que es un ańemico espiritual, un “cristiano” débil ante las asechanzas del enemigo.
Si el ser humano no come en corto, mediano o largo plazo, en días, semanas o hasta un par de meses, simplemente morirá. De igual modo, el cristiano, el discípulo de Cristo que no come la comida de Jesús en corto, mediano o largo plazo, en días, semanas, meses o quizás un par de años, morirá. Es por ello que Ezequiel vio al pueblo de Dios como un valle de huesos secos (Ez. 37:1-14), gente que estaba muerta en vida, gente como la higuera que maldijo Jesús porque parecía viva, hermosa y frondosa, pero sin frutos (Mt. 21:18-19). Jesús no estaba diciendo que la comida, bebida y el descanso no eran importantes. Más bien, quería que sus discípulos supieran que la vida era más que esas cosas, que el hombre no solo se alimenta de pan.
El libro que tienes en tus manos tiene el objetivo de mostrarnos sobre la comida de Jesús, y cómo cumplir la misión siguiendo las pisadas de Jesús. En su vida, dichos, hechos y enseñanzas, encontraremos luz radiante de cómo podemos cumplir la misión, pues en Jesús encontramos al mejor y mayor misionero.
Que Dios te bendiga.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
El autor