1 - Nunca conseguirá motivar a otros por medio de la culpa
Como líder, yo he cometido ese error. Pensaba que si lograba que alguien se sintiera culpable por alguna situación, esa persona se esmeraría en mejorarlo. ¡Qué error! Nunca ha existido alguien que haya cambiado al mundo significativamente movido simplemente por sentimientos de culpa. Y… si un líder siempre está motivando a través de la culpa… pronto descubrirá que se ha quedado sin personas que quieran trabajar con él. Nadie disfruta la vida si está cargado de culpa.
2 - Las personas no responden a una necesidad; responden a una visión
Cuando un líder habla acerca de una necesidad, algunos responden. Cuando un líder logra comunicar, de manera convincente, una visión de lo que debería de ser —y lo que, si Dios concede la gracia necesaria, se podrá lograr— la gente se suma al proyecto. Muchas veces el líder y su equipo pueden comenzar a perder el rumbo. Esto no se debe a que sean vagos o a que se desanimen, sino, quizás, porque han olvidado el «porqué» de lo que están haciendo. Una inyección de visión curará ese problema cada veces.
Otro error que he cometido es tomar por sentado que las personas pueden leer mi mente. Cuando no hacían lo que yo esperaba me enojaba contra ellas. Luego de varios episodios de confusión y conversaciones tensas me di cuenta de que esperaba comportamientos de la gente que nunca les había expresado. Nuestra responsabilidad, como líderes, es definir expectativas claras y realistas y, luego, darle recursos a nuestro equipo para que puedan llenar esas expectativas.
4 - Mantenga sus cuentas al día
Pablo exhorta a los efesios a, no dejar que el sol se ponga sobre su enojo (Ef 4.26–27). Es decir, debemos actuar rápidamente cuando ocurre algún conflicto dentro de nuestro equipo. Los problemas sin resolver son como el cáncer que, poco a poco, crece en todo el cuerpo y lo va destruyendo. Si los conflictos no se resuelven rápidamente acabarán por echar a perder al equipo. Muchos líderes huyen de los conflictos porque les producen incomodidad. Por tantos golpes, sin embargo, he aprendido que debemos estar dispuestos a momentáneas incomodidades en el presente si deseamos evitar desgastantes disgustos en el futuro.
5 - No tema establecer metas exigentes
Una de las fallas que he descubierto, en lo que a liderazgo en la iglesia se refiere, es que algunas personas no ven problema alguno en establecer metas muy discretas… Lo que propicia que la gente realice el mínimo esfuerzo por alcanzarlas. Conozco líderes que viven atemorizados de que las personas se ofendan si establecen metas más demandantes. Sin embargo, lo que he aprendido en mi congregación es que si no establecemos esa clase de objetivos, las personas no se sentirán desafiadas y acabarán luchando con el aburrimiento. Por cierto, me refiero a objetivos exigentes, ¡no inalcanzables!
6 - Cuídese de las estrellas
Uno de los factores que paraliza a cualquier equipo es la presencia de algún miembro que considera que es imposible que el ministerio se desarrolle sin su aporte personal. Cuando el líder cree que alguno de los integrantes de su equipo es una estrella, su temor de perder a esa persona es mayor al de perder la presencia de Dios en el ministerio. Toda «estrella» que verdaderamente posea una relación de intimidad con el Señor entenderá que el alcance de los proyectos soñados es siempre producto de un esfuerzo colectivo. No tiene vuelta de hoja el asunto.
7 - Cada miembro del equipo es un ser humano
El líder que valora a las personas de su equipo solamente en función del aporte que le dan al proyecto que les confía realmente es muy pobre como líder. El buen líder debe ocuparse de las personas que dirige y no solamente fijarse en las tareas que realizan. Si una persona del grupo se ve a sí misma como apenas una herramienta en las manos de su líder, en vez de un miembro valioso del grupo, acabará buscando algún otro equipo al cual integrarse.
La razón por la que Dios bendice a un líder con un equipo es para que pueda aprovechar la sabiduría colectiva del grupo y arribar a la mejor decisión posible.
8 - Pregunte
Uno de los mayores errores que puede cometer un líder es asumir que posee la respuesta a cualquier pregunta que se le cruce (por cierto, simplemente no existen esta clase de líderes). Algo que veo, cada vez con mayor claridad, es cuán talentosas y capaces son las personas que me rodean. En los últimos años, cuando alguien de mi equipo se me acerca con algún problema, he optado por preguntarle: «Y tú, ¿cuál piensas que podría ser la solución?» Muchas veces la persona ya ha pensado en alternativas, lo que me ahorra, de manera considerable, tiempo y esfuerzo (como también a los demás miembros del equipo). La razón por la que Dios bendice a un líder con un equipo es para que pueda aprovechar la sabiduría colectiva del grupo y arribar a la mejor decisión posible. Además, las personas siempre van a compartir su opinión con alguien. Qué mejor que el que uno sea el primero en escucharla, porque esto le ahorrará muchos problemas en el futuro.
Una última observación: La única razón por la que un líder no dirige con preguntas es por causa de su propia inseguridad (piensa que preguntar revelará su debilidad), o de su excesivo orgullo (piensa que es mejor que los demás) o del temor (porque sabe que la respuesta que el grupo le ofrecerá es la correcta, pero no la que coincide con su propia postura).
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