El ministerio del apóstol Pablo nos muestra uno de los conceptos más revolucionarios para el crecimiento integral y sostenido de la iglesia: la multiplicación exponencial de discípulos. Es decir, procesos sistemáticos progresivos y simultáneos de crecimiento cuantitativo y cualitativo de los discípulos. Dicho crecimiento es explosivo, y en una progresión geométrica. En este contexto, un discípulo tiene que estar formando continuamente a otros discípulos, para que ellos, también formen a otros, y así sucesivamente. De este modo se desarrollan estructuras consistentes en cadenas de interrelaciones entre discipuladores (maestros) y discípulos (aprendices), que a la vez desarrollan enormes redes de interrelaciones sociales.
VISIÓN DE LA MULTIPLICACIÓN DE DISCÍPULOS
Esta visión de producir discípulos que se multipliquen sistemáticamente y en forma exponencial, es la única manera de cumplir efectivamente la Gran Comisión de Jesús. Es una de las lecciones más significativas y urgentes que necesitamos aprender y aplicar. Es la estrategia bíblica que el apóstol Pablo nos ha dado para la discipulación en la iglesia. Pablo, igual que Jesús, en su estrategia para el discipulado, combinaba la enseñanza con el entrenamiento. Esto es fundamental para la multiplicación exponencial de discípulos. Si seguimos sólo enseñando y trasmitiendo mucha información como generalmente lo hemos hecho con múltiples programas y materiales, sin dar entrenamiento, seguiremos perdiendo muchas almas, tiempo, dinero, cansando a la iglesia, sobrecargando a los pocos líderes y aún a los grupos pequeños responsables de ejecutar dichos programas.
La historia nos demuestra que todos los múltiples programas usados, por buenos y lindos que hayan sido, no han estado haciendo discípulos, porque no han dado suficiente entrenamiento. Por tal motivo, es de vital importancia crear sistemas, procesos y flujos de entrenamiento serio y sostenido, que complemente la teórica con la práctica. En 2Timoteo 2:2 y 1Co. 3:10, se revela el método de discipulación que empleaba Pablo en su ministerio. No sólo enseñaba, sino también entrenaba en forma demostrativa y personalizada a sus discípulos, para que aprendieran a enseñar igualmente a otros. Es decir, todos debían aprender a ser maestros, y formadores de otros maestros. He aquí algunas citas:
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).
“Conforme a la gracia que Dios me dio, yo como perito arquitecto puse el cimiento, y otro edifica encima. Pero cada uno vea cómo sobreedifica”. (1Co. 3:10)
El Apóstol Pablo trabajaba con esta visión: él como “perito arquitecto”, los “otros”, como sus colaboradores o discípulos sobreedifican sobre la visión del arquitecto.
Observemos la ilustración gráfica, verídica, de la multiplicación exponencial de discípulos.
La multiplicación exponencial de discípulos, organizados en grupos pequeños o equipos misioneros que se dio en la iglesia cristiana primitiva, es el fenómeno social universal, más impactante de todos los tiempos. Los sociólogos, psicólogos, antropólogos, historiadores, etc., enfocan sus investigaciones, buscando descubrir los principios que lo produjeron. Entre los que mejor están aplicando los principios descubiertos, están los investigadores especializados en gerencia, negocios, educación y psicología. Esto debe llevarnos a reflexionar seriamente, y a cambiar totalmente nuestros errados paradigmas tradicionales, que se desviaron del gran propósito de “hacer discípulos”, por los de nuestro Señor Jesús y la iglesia cristiana primitiva. Con respecto a esto, la hermana Elena G de White escribió lo siguiente:
“La organización de la iglesia de Jerusalén debía servir de modelo para las iglesias que se fundaran en muchos otros lugares donde los mensajeros de la verdad fuesen a trabajar a fin de ganar conversos para el Evangelio… Más adelante en la historia de la iglesia primitiva, una vez constituidos en iglesias muchos grupos de creyentes en diversas partes del mundo, perfeccionaron aun más la organización a fin de mantener el orden y la acción concertada. Se exhortaba a cada uno de los miembros a que desempeñase bien su cometido, y a emplear con sabiduría los talentos que se les habían confiado”. (“Los Hechos de los Apóstoles”, pág. 76, 77)
“Los hombres logran que el impulsar la verdad resulte diez veces más difícil de lo que es, al tratar de arrebatar la obra de las manos divinas, para ponerla en sus propias manos finitas. Piensan que deben estar constantemente inventando alguna cosa para lograr que los hombres hagan lo que ellos suponen que esas personas deben hacer. El tiempo empleado de esta suerte está haciendo más comp1icada la obra, porque se hace a un lado al gran Director en el cuidado de su propia heredad”. (“Testimonios para los Ministros”, Pág. 191)
“Permítame decirle que el Señor actuará en esa etapa final de la obra en una forma muy diferente de la acostumbrada, contraria a todos los planes humanos… Dios empleará formas y medios que nos permitirán ver que él está tomando las riendas en sus propias manos. Los obreros se sorprenderán por los medios sencillos que utilizará para realizar y perfeccionar su obra en justicia”. (“Testimonios para los Ministros” Pág. 300)
Los discípulos se producen y multiplican mejor a través del entrenamiento práctico para el discipulado. Para que ocurra la multiplicación exponencial de discípulos, el discipulador o líder, tiene que comprometerse a trabajar diligentemente, adiestrando personalmente a los nuevos conversos. Con relación a esto, la hermana Elena G. de White, escribió lo siguiente:
“Muchos trabajarían con gusto si se les enseñara cómo empezar. Necesitan ser instruidos y alentados. Cada iglesia debe ser una escuela práctica para obreros cristianos. Sus miembros deberían aprender cómo dar estudios bíblicos, cómo dirigir y enseñar clases en la escuela sabática, cómo auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y cómo trabajar en pro de los inconversos. Debería haber escuelas de higiene, escuelas de cocina, y clases en diversos ramos de la obra de auxilio cristiano. Debería haber no sólo enseñanza teórica, sino trabajo práctico bajo la dirección de instructores experimentados. Den el ejemplo los que instruyen, trabajando entre el pueblo, y otros, al unirse con ellos, aprenderán de su ejemplo. Un ejemplo vale más que muchos preceptos”. (El Ministerio de Curación”, pág. 139.)
“Abran los maestros el camino trabajando entre el pueblo; y otros, al unirse con ellos, aprenderán de su ejemplo. Un ejemplo vale más que muchos preceptos”. (Consejos para la Iglesia, pág. 123)
ESTRUCTURA PARA LA MULTIPLICACIÓN DE DISCÍPULOS
La clave para la multiplicación exponencial de discípulos es el líder discipulador, en interacción con su equipo o grupo pequeño. Los líderes no deben trabajar solos, sino en equipo. Su plataforma o unidad estructural básica, tanto para la evangelización como para la discipulación, son los grupos pequeños. Existen muchas razones muy importantes para trabajar en equipo, pero sin duda lo más trascendente es por ser el modelo divino y bíblico. A lo largo de la historia el pueblo de Dios siempre estuvo organizado en equipos o grupos pequeños. Nuestro Señor Jesús, también nos dio ejemplo, organizando su propio grupo de 12 y delegando a su grupo la continuación de su obra en el mundo entero.
Hace varios años que se implantaron los grupos pequeños en nuestra iglesia, pero todavía no vemos que están rindiendo siquiera el diez por ciento de su potencial. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a la discipulación. Los grupos pequeños se centran en las personas y sus interrelaciones y no en programas tradicionales ni novedosos. Por lo tanto, para que los grupos pequeños funcionen eficazmente, se debe invertir mucho en las personas y en la consolidación total de sus interrelaciones. Hay que descubrir todos los dones y talentos de sus miembros, convertirlos en ministerios activos, y éstos en desempeño efectivo. Esto no es fácil y requiere mucha oración, investigación, esfuerzo, sacrificio, sobre todo apertura a los cambios y perseverancia. Se requiere también abandonar y olvidar casi todos los métodos tradicionales, y aprender de nuevo. Esto puede ser muy doloroso y traumático y no sería posible sin la sabiduría, el poder y la bendición de Dios. Por la luz de la pluma inspirada de Elena G. de White, podemos deducir que para que los cambios se implanten eficazmente, por lo menos hay tres cosas esenciales que la iglesia debe cumplir antes:
A. Crear nuevo orden y sistema centrado en los grupos pequeños
Siendo que las reglas, los roles de liderazgo y los métodos de la iglesia se establecieron cuando funcionaba en el modelo tradicional anterior a los grupos pequeños, necesitan ahora actualizarse totalmente. Los elementos organizacionales del nuevo modelo centrado en los grupos pequeños, son diferentes, y en muchos aspectos contrarios a los tradicionales. Por eso, es muy necesario y urgente crear un nuevo orden y sistema. A respecto, Elena de White dijo:
“Dios es un Dios de orden. Todo lo que se relaciona con el cielo está en orden perfecto; la sumisión y una disciplina cabal distinguen los movimientos de la hueste angélica. El éxito sólo puede acompañar al orden y a la acción armónica. Dios exige orden y sistema en su obra de nuestros días tanto como los exigía en los días de Israel. Todos los que trabajan para él han de actuar con inteligencia, no en forma negligente o al azar. El quiere que su obra se haga con fe y exactitud, para que pueda poner sobre ella el sello de su aprobación”. (Patriarcas y Profetas, pág. 393.)
B. Potenciar la fuerza de cohesión de los grupos pequeños
La capacidad de desempeño de los grupos pequeños o equipos, radica en su fuerza de cohesión. Los grupos deben unirse hasta el punto de saturar sus líneas de relación, las cuales son en doble sentido. Esto se logra solamente mediante la interacción, y se cultiva mediante las reuniones grupales de edificación mutua (discipulación) y la visitación personal mutua. Hay varios factores determinantes para la cohesión grupal, pero el factor más importante es la obra del Espíritu Santo que une a los discípulos en un amor y servicio santos. Todo grupo debe tener como una de sus metas, buscar la unidad total por la que oró nuestro señor Jesús. Los frutos del Espíritu Santo, los dones, talentos y todos los demás recursos deben usarse para potenciar la fuerza de cohesión grupal. La fuerza de cohesión actúa de afuera hacia adentro, similar a la fuerza centrípeta de los cuerpos en movimiento que giran sobre su propio eje. Es la que produce el crecimiento cualitativo interior en la vida de los miembros del grupo.
“Lo que Dios requiere no son numerosas instituciones, grandes edificios, ni mucha ostentación, sino la acción armoniosa de un pueblo peculiar, un pueblo escogido por él y precioso. Cada uno debe ocupar su lugar, pensando, hablando y actuando en armonía con el Espíritu de Dios. Entonces, pero no antes, será la obra un conjunto completo y simétrico”. (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 531.)
A continuación presentamos dos ejemplos de sociogramas que ilustran la fuerza de cohesión de dos grupos. El de la izquierda no ha saturado sus líneas de relación y el de la derecha, sí. Cada línea representa dos relaciones. La fórmula para hallar el número de saturación de las interrelaciones grupales es: N x N – N = NR. (N= número de miembros del grupo. NR = número de relaciones del grupo). El sociograma derecho saturado, tiene 56 interrelaciones.
C. Potenciar la fuerza de colusión de los grupos pequeños
La fuerza de Colusión de los grupos es la que los impulsa a lanzarse a la conquista de sus metas externas. La fuerza de colusión de los grupos es directamente proporcional a su fuerza de cohesión. Solo los grupos bien unidos que logran saturar sus líneas de relaciones, pueden llegar a coludirse en todo su potencial. La fuerza de colusión actúa de adentro hacia afuera, de modo similar a la fuerza centrífuga de los cuerpos en movimiento que giran sobre su propio eje. Esta fuerza es la que le da crecimiento cuantitativo exterior a los grupos pequeños, tanto en la evangelización como en la discipulación. Si algún miembro rehúsa coludirse comprometiéndose totalmente con su grupo, pone en peligro el logro de las metas y la estabilidad del grupo. La fuerza de colusión permite la unidad de propósito, en la diversidad de ministerios, según los dones y talentos que tenga cada miembro.
“El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada. Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios, le ha dado. Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones y dificultades, hombro con hombro, y corazón con cora6n”. (Servicio Cristiano pág. 95).
Pr. Roling Zelaya Rabanal
Pastor Distrital de la Mìsión Peruana del Sur