lunes, 6 de julio de 2009

Una breve teología de la ADORACIÓN-1

En el Antiguo Testamento
El Génesis nos presenta la razón básica de la teología de la adoración a Dios, es decir el hecho de mostrarnos que Él es el Creador y nosotros somos criaturas. Aparentemente el Señor querías que nuestra relación con él fuera memorizada, puesto a que estableció el sábado como monumento para que nos acordáramos de la creación. Al separar un día, bendiciéndolo y santificándolo, estableció que el factor de tiempo es fundamental en el culto.[1]
El primer símbolo de culto que se les dio a la pareja edénica no era un árbol, ni una piedra, ni un edificio, ni un altar, ni siquiera un animal, sino las veinticuatro horas que comprenden el séptimo día. Pero más que eso Dios le concedió el privilegio de convivir con ellos, se dio así mismo. Dios era el compañero de Adán y Eva en el Edén. La relación entre Dios y hombre, entre Adorado y adoradores, Creador y criatura era muy personal. Pero con la entrada del pecado eso cambió y la relación tuvo que ser diferente, ya no cara a cara (Gn.3:8-10).
Después de la entrada del pecado para que el hombre pudiera mantener contacto con Dios y rendirle culto, el creador recurrió a símbolos que representaban la redención del hombre caído. Así entramos en la figura del culto el altar y el cordero.[2]
N la experiencia de Caín, cuya ofrenda Dios rechazó, se manifestó la primera lección definida de que el culto tiene un significado teológico, es decir tiene que ver el “cómo” ya que tiene que ver más allá de un gesto espontáneo hecho por el hombre a su manera. Al contrario debe estar en armonía con el conjunto de revelaciones que Dios le ha dado de forma específica. Y en conjunto todo ello es liturgia.
Cuando Noé y su familia salieron del arca ellos manifestaron adoración y rindieron culto al Señor a través de un símbolo, que tiene que ver como mencionamos con liturgia. Este tipo de culto es claramente mostrado en el Antiguo Testamento. Génesis12:7 presente este asunto, el culto del patriarca fue una reacción una consecuencia de la revelación de Dios, llámese la forma como Dios le había mostrado.
Cuando Jacob, hijo de Isaac se encontró con Dios en Bethel “casa de Dios” donde algún día Abraham había invocado el nombre de Dios, la reacción de Jacob fue de levantar un altar y dedicarla y hacer todo una ceremonia (Génesis 28:16-22).
Los cultos antes de Moisés eran sencillos, no era un culto que tuviera el propósito de apaciguar a un Dios al cual se le temía, como era el caso de los paganos, sino el de expresar una amorosa gratitud por el amor que les brindaba. Los símbolos eran sencillos, un altar, una piedra, un pilar, una columna e inclinar la frente en un lugar al que se le daba el nombre de casa de Dios.[3]
Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente y recibió la orden de descalzarse porque el terreno donde se encontraba era terreno santo, cuando Aarón le dijo al pueblo de Israel que Dios los libraría ellos se inclinaron y adoraron a Dios (Éx.4:31). Moisés y Aarón salieron para encontrarse con faraón le pidieron que deje libre al pueblo porque deben adorar a Dios o rendirle culto. Tan pronto como el pueblo fue libertado se instituyó el rito de la pascua (Éx.12:24). Cuando el pueblo de Israel fue liberado y después de cruzar el mar rojo ellos alabaron y adoraron a Dios.
Cuando Dios les dio los diez mandamientos les recordó que debían adorarlo únicamente a Él. Los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio se refieren con mucha claridad y extensión respecto al tema de culto y moral.
El culto mosaico tal como se observa en la Biblia, está constituido por sábados, días de fiesta, un día de expiación, un sacerdocio y un santuario.
Era un culto que se basaba en teología, que incluía la trascendencia de Dios, la condición pecadora del hombre, la gracia del Señor y la necesidad del perdón.
No obstante, así como Caín en el principio intentó rendir culto a Dios de manera diferente a lo prescrito durante la historia del pueblo de Israel en el desierto hasta canaán si bien es cierto fue madurando teológicamente en su adoración, el pueblo intentó varias veces cambiar el sistema de culto. Quizás la primera es la del becerro aceptado por el hermano de Moisés por presión del pueblo, así también el de sus hijos, etc. Durante la era mosaica el culto se volvió más complejo, paralelamente al desarrollo teológico. El santuario se volvió más importante a medida que la nación se desarrollaba; al mismo tiempo se volvió parte integral del culto.
La historia de Israel, desde la conquista de Canaán, hasta el cautiverio, está marcada por una lucha constante relativa al culto. Un problema que se presentó fue la atracción del culto de Baal, caracterizado por un sistema de culto de moral muy baja y desagradable ante los ojos de Dios, pero con una liturgia notablemente a la carta.
Los jueces y Samuel combatieron este asunto, pero no lograron raerla por completo. Samuel fundó así la escuela de los profetas, que tenía como objetivo primordial la conservación del culto del Señor. La lucha de Elías tuvo que ver principalmente con los cultos falsos e inmorales.
Tristemente el culto con el pasar del tiempo se iba convirtiendo en un sistema tan organizado y maduro que la gente empezó a adorar a los símbolos, es decir llegó a convertirse en un mero formalismo y sin el sabor real de la adoración y el culto por ende. Ante esto Isaías menciona que no sirve de nada los sacrificios si sus corazones estaban lejos de Dios y hace una invitación a la verdadera adoración (Isaías 1).
Finalmente, a pesar de todas las fallas del pueblo elegido de Dios, el Antiguo Testamento nos presenta muchísima información con respecto al culto. Las mismas fallas de los israelitas contienen preciosas lecciones acerca de una verdadera adoración. Información que nos muestra cómo era la verdadera adoración, las bases para emprender un verdadero sistema de culto, basado en adorar únicamente y exclusivamente a Dios, sin ídolos, de ninguna clase, basado en el amor, con un nivel moral muy elevado.[4]

En el Nuevo Testamento
El templo en los días de Jesús era el nexo entre el culto que se rendía entonces y el que se realizaba en el A.T. Los servicios del templo de Salomón incluían los del tabernáculo del desierto. Jesús mismo identificó el templo como “casa de oración o mi Padre”. En la conversación entre la mujer samaritana y Cristo se puede descubrir la actitud de Jesús hacia el templo, pues dijo: “Mujer créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis…Más la hora viene, y ahora es, cuando los que adoren al Padre, los verdaderos adoradores busquen y adoren en espíritu y en verdad y así es necesario que lo adoren” (Juan 4:21, 23,24).
La condición de los adoradores y el sistema de culto se puden reflejar en la siguiente mención que Elena G. de White data: “Cristo vio que algo debía hacerse, habían sido impuestas numerosas ceremonias al pueblo, sin la debida instrucción acerca de sus significados. Los adoradores ofrecían sus sacrificios sin comprender que prefiguraban al único sacrificio perfecto. Y entre ellos, sin que se lo reconociese ni honrase estaba Aquél, al cual simbolizaba todo el ceremonial. Él había dado las instrucciones acerca de las ofrendas. Comprendía su valor simbólico, y veía que ahora habían sido pervertidas y mal interpretadas. El culto espiritual estaba desapareciendo rápidamente. Ningún vínculo unía a los sacerdotes y gobernantes con su Dios. La obra de Cristo consistía en establecer un culto completamente diferente.”[5]
Las sinagogas en los tiempos de Jesús funcionaban en efecto como iglesias locales. Estaban e ubicadas en cada comunidad, donde la gente podía adorar a Dios personalmente o en grupos, semana tras semana e incluso diariamente, sin los largos viajes al templo y sin los sacrificios. El Talmud menciona que sólo en Jerusalén había 480 sinagogas, lo que nos da una idea de su popularidad y su influencia. Jesús visitaba las sinagogas y el templo. Sin embargo no estaba deacuerdo con el culto que se realizaba tal como registra Mateo 6:5 y capítulo 23.
A pesar de que Jesús condenó de muchas maneras el tipo de sinagoga y culto de sus días, en la iglesia cristiana primitiva se continuó con la liturgia judía, al menos en modelo. Ese tipo de culto tradicional y formal no era el deseado de Cristo ya que él quería que tanto la liturgia como la relación entre Dios y el hombre sea comprendida por los adoradores.
Finalmente, Jesús enseñó un verdadero culto y adoración lejos de lo formal t tradicional , era la entrega a Dios de corazón, de entender qué es lo que estaban haciendo en el culto y no meramente seguir y hacer sin saber el meollo del asunto.

[1]Horne P. Silva, 21.
[2]Ibíd., 21.
[3]Horne P. Silva, 22.
[4]Horne P. Silva, 23.
[5]Elena G. de White, El Deseado de todas las Gentes (Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1987), 130.

Introducción de la breve teología de la ADORACIÓN

El punto de partida de nuestra filosofía acerca del culto y la adoración debe ser la Biblia.[1] Andrew H. Blackwood menciona que para estudiar el culto público o corporativo debemos hacerlo enfocados en el mejor texto, que es la Biblia.[2] Ya el profeta Juan en la isla de Patmos vio claramente este asunto: “…y adorad a aquél que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.” [3]
El asunto de la adoración no es meramente un asunto liviano ni superfluo, sino más bien un asunto de vida o muerte, eso en el sentido de que no hay teologías de adoración sino una teología y ella se basa y centra únicamente en la Biblia.
La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras están plagadas de material rico acerca del cómo debe ser la verdadera adoración y su teología. Encontramos en realidad un rico material acerca del culto corporativo o público y el personal o privado, todo ello ayuda a la iglesia a estructurar una teología respecto al tema, llámese Teología de la adoración.
“Venid, adoremos y postrémonos; doblemos la rodillas ante el Señor nuestro Hacedor. Porque El es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su prado y las ovejas de su mano. Si oís hoy su voz.”[4] Este texto muestra básicamente cuatro puntos importantes acerca de la adoración: Quién es digno de recibir adoración, quién debe adorar, porqué y cómo hacerlo.[5] En el desarrollo de este trabajo de investigación presentaremos, en lo posible en forma detallada estos asuntos.
Sin embargo, en un mundo postmoderno y neoliberal en casi todos los aspectos de la humanidad, la adoración ha venido siendo corrompida por muchos factores y la verdadera teología de la adoración que se registra en la Biblia es reemplazada por costumbres y tradiciones o hermenéuticas a la carta. César A. Henríquez M. menciona algo interesante: Esta imagen hace del evangelio un producto, convierte la iglesia en un gran supermercado, al ser humano en un consumidor y al pastor en un gerente. Dentro de esta cultura la principal preocupación de la iglesia es como vender ese producto.[6] Y es por ello que alguna vez se ha escuchado decir: “Nosotros tenemos el mejor producto, con la mejor garantía, sólo nos falta aprender a venderlo.”[7]
[1]Horne P. Silva, “Un modelo de culto” Ministerio Adventista, Mayo (2000): 21. En adelante: Horne P. Silva.
[2]Citado por Horne P. Silva, 21.
[3]La Biblia de las Américas (California: The Lokman Foundatión, 2001), Apocalipsis 14:7.
[4]Ibíd., Salmo 95:6,7.
[5] Daniel Luka T., “¿Cómo debemos adorar?” Revista Adventista, Octubre (2002): 9.
[6] César A. Enríquez M. “Culto, Teología y Postmodernidad” Ponencia presentada en la Consulta teológica: “La iglesia ante los desafíos de la postmodernidad”, convocada por el Seminario Evangélico Asociado del 4 al 7 de abril de 2002.
[7] Barbosa Ricardo, “La iglesia en el mercado y el profesionalismo religioso” Revista signos de vida. Nro. 4. Junio 1997. Pág. 15
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